Su andar incesante le provocó lasceraciones de consideración en las plantas de sus pies. Debido al agotamiento de muerte, tuvo que sentarse a descansar al lado del sendero pedregoso interrupmiendo así su escape al fin del mundo.Sobre su cabeza los ardientes rayos de sol iluminaban auras que provocaban confusiones y deshidratación excesiva. Y de sus pies surgió un manantial refrescante que poco a poco le fue quitando la sed al beberla de sus manos impregnadas de aquél frío elíxir; la sangre fría.
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