Las manecillas del reloj se atoraron hace mucho tiempo, de ellas ya cuelgan telarañas y una espesa capa de polvo les ha borrado el brillo metálico. Hoy esas manecillas son el recuerdo de un día olvidado, por más paradójico que eso suene. Y es que el olvido y el recuerdo están ahí siempre, tan latentes, tan presentes, tan desafiantes; colgados obstinadamente de las uñas a los minutos...
¿Qué se le va a hacer? Así es el tiempo de imparable, ni que fuera a detenerse, no le sobran segundos ni para recordar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario