Caminaba a toda prisa bajo la lluvia, eran los últimos días del verano y tenía el presentimiento de que las cosas iban de mal en peor. Tenía que remediarlo. Y no le importó que el cielo se estuviera cayendo ni que los automóviles le salpicaran a propósito. Salió de casa con la firme convicción de encontrarse con ella y decirle todo aquello que se había guardado por temor al rechazo. En su mente practicaba las palabras, su concentración era tal que perdió noción de la realidad y ya sus pies con aparente volujntad propia, no se detuvieron hasta llegar nuevamente a casa... Extrañado, el hombre se cambió de ropa y ya estaba dispuesto a tomar un baño cuando llamaron a la puerta.
Ella apareció bajo el umbral, temblando de frío y completamente empapada. Sus dientes castañeaban, pero aún así hizo el intento de hablar: ¡Tengo mucho que decirte, te quiero y estoy harta de que des vueltas y vueltas sin atreverte a decir lo mismo!
Ella apareció bajo el umbral, temblando de frío y completamente empapada. Sus dientes castañeaban, pero aún así hizo el intento de hablar: ¡Tengo mucho que decirte, te quiero y estoy harta de que des vueltas y vueltas sin atreverte a decir lo mismo!
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