El viento le golpeaba el rostro con violencia y le impedía respirar, tuvo que girar la cabeza muy a pesar de la recomendación de no hacerlo que el ángel le había sugerido estando en tierra. Abajo el panorama era desolador, la ciudad aún en llamas y cubierta de cenizas, los cuerpos de los supervivientes se arrastraban por las calles, los gritos eran ya apenas susurros y el dolor podía olerse.
-¡Esos desgraciados! No puedo soportar si quiera mirarlos... ¿Ha terminado todo ya?- preguntó el hombre con profundo terror.
-Aún no, es apenas el comienzo.
-Tuviste misericordia de mí. me has salvado y te estoy muy agradecido. ¿A dónde me llevas?
El ángel sonrió perversamente, aleteó con fuerza y las cenizas que flotaban por el cielo se expandieron en el frío del crepúsculo.
-Te llevo dónde el Creador, el cuerpo de las almas putrefactas como la tuya son el manjar de los querubines en el paraíso.
-¡Esos desgraciados! No puedo soportar si quiera mirarlos... ¿Ha terminado todo ya?- preguntó el hombre con profundo terror.
-Aún no, es apenas el comienzo.
-Tuviste misericordia de mí. me has salvado y te estoy muy agradecido. ¿A dónde me llevas?
El ángel sonrió perversamente, aleteó con fuerza y las cenizas que flotaban por el cielo se expandieron en el frío del crepúsculo.
-Te llevo dónde el Creador, el cuerpo de las almas putrefactas como la tuya son el manjar de los querubines en el paraíso.
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