Siempre fue una mujer encantadora, desde su nacimiento, en la infancia y adolecencia; su sonrisa llenaba de luz los corazones, su voz era la de un ángel que enaltecía la música a un plano celestial, pero sus ojos negros eran su mayor atractivo, en ellos se expresaba su escencia. Los muchachos le pretendían constantemente, le llevaban flores y de vez en cuando alguno se aventuraba a dedicarle una canción romántica, siempre con el mismo resultado, una inocente evasión, un "gracias, pero no te quiero". Todos ellos perdían la esperanza y con el corazón en la mano se resignaban a seguirla con la mirada, esperando que un día, quizá, aquellos ojos se posarían en ellos y bajo el encanto del amor, nunca más voltearían a mirar a nadie... Pero eso no sucedió, y es que la vida muchas veces es complicada y por si fuera poco, incomprensible. Los ojos de Gloria se habían posado en la persona equivocada, y había ido más lejos demostrándole su amor al jurarle lealtad por el resto de su existencia... Él, se limitó a decir, "lo siento, pero no te quiero".
Entonces la vida se terminó para Gloria, la luz desapareció de su encantadora sonrisa al igual que la dulzura de su voz. Y en un acceso de locura, bebió un elíxir de muerte que le llevó a un estado de shock...
Hasta que en ese momento, a siete meses de cumplir veintitrés, postrada en una fría cama de hospital, sus ojos guardaron silencio.
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