La luz de las velas son un reflejo naranja que te llena de brillo los ojos, que ilumina esas lágrimas cargadas de melancolía, que se deslizan por tus mejillas hasta caer sobre los cuatrocientos pétalos de las flores que abrazas con tanto fervor contra tu doliente pecho. Mujer, suspira que la noche es tibia a pesar del frío, llénate de ese aroma de maderas quemadas, de alcohol hirviendo y de flores muertas. Suspira, mujer, porque sabes que lo que te hace llorar esta noche es el enorme peso de tu vida, ese peso que te sepulta en el profundo hueco de su ausencia... Ahora tan eterna como su recuerdo.
Pero sonríe, mujer. Sé que puedes sentir como el tiempo da marcha atrás con las voces y las risas de los niños que corren por el cementerio, con sus caritas pintadas de calavera y sus calabazas talladas, sé que puedes sentir como la vida se apodera de la soledad que invade tu corazón. No lo sigas pensando más, mujer: besa las flores sobre las que has llorado y entrégales un suspiro más y un beso silencioso. Porque él ya te ha besado toda la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario