Era tarde, la gente había comenzado a abandonar el lugar entre sollozos y esperanzas de pronta resignación. Después de todo no era mala persona.Pero un espantoso grito les paralizó; detrás de ellos, en el centro del salón, el hombre gritaba palabras ininteligibles. Al mirar lo que sucedía, los desmayos y crisis nerviosas explotaron en cadena. El muerto estaba sentado en su ataúd con la respiración agitada y la vida regresandole en oleadas de miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario