Al abrir los ojos lo único que vió fue oscurdidad, con todo y su pesadez, con todo y el silencio propio del abismo. Estiró los brazos, se tiró al suelo, quiso tomar algo más que el aire húmedo que se le resbalaba entre los dedos pero no obtuvo nada más. La desesperación comenzó a ganarle la batalla. Su mente, un hervidero de pensamientos funestos, le llevó a dejar su fe de lado.
¿Imposible? Probablemente lo sea. Nada se puede agregar cuando agrega que aquél hombre quedó enterrado en su propia mente: su propio infierno.
¿Imposible? Probablemente lo sea. Nada se puede agregar cuando agrega que aquél hombre quedó enterrado en su propia mente: su propio infierno.
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