Las olas se levantaban amenazantes, como dentelladas de un inmenso y omnipresente guardían que resguarda el oceáno. Abre sus fauces llenas de espuma, una, dos, tres veces al mismo tiempo. Arriba los liminiscientes azotes de Zeus le incitan con fervor a la violencia y entonces las olas te engullen por completo. Desapareces, y eres vomitado por enésima vez en la tormenta.
Entonces tu cuerpo ya no te pertenece, permanece sin vida y con los pulmones llenos de agua de mar y tu piel se petrifica a causa de salarse por varias horas. Te miras y no te reflejas en los ojos de aquel cadáver que navega a la deriva, te miras convertido en alimento para tiburones y no puedes evitar sentirte angustiado; entonces te cubres la cara con la sábana fantasmal que ahora llevas puesta.
El guardián de Zeus siempre duerme intranquilo.
Entonces tu cuerpo ya no te pertenece, permanece sin vida y con los pulmones llenos de agua de mar y tu piel se petrifica a causa de salarse por varias horas. Te miras y no te reflejas en los ojos de aquel cadáver que navega a la deriva, te miras convertido en alimento para tiburones y no puedes evitar sentirte angustiado; entonces te cubres la cara con la sábana fantasmal que ahora llevas puesta.
El guardián de Zeus siempre duerme intranquilo.
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