Angélica salió de la cocina y puso un objeto sobre la mesa.
-Ya puedes abrir los ojos— Me susurró al oído al tiempo que acariciaba mi mejilla y me mostraba sobre la mesa, un pastel de chocolate que se miraba delicioso. —Espero que te guste, lo hice especialmente para ti. Me pasé toda la mañana preparándolo, fue un poco complicado. Verás, ésta receta lleva algunos ingredientes poco usuales…
La miré con cierta fascinación, desconocía muchos de sus talentos y por lo visto el arte de la repostería era uno de ellos. El aroma era delicado, podía percibirse una dulzura en el ambiente. En definitiva, esa mujer estaba encantándome. Le sonreí y ella me correspondió con un guiño y un beso en la frente... En ese instante, sentí un cosquilleo en el dorso de la mano que tenía sobre la mesa, perdido en su mirada supuse una situación por demás romántica, “así debe sentirse el enamoramiento, como un cosquilleo” pensé. Pero el cosquilleo no se iba, subía por mi brazo, y volvía a bajar, se detenía en mis dedos y de nuevo volvía a subir. Aparté la mirada del rostro de Angélica, para echar un vistazo a mi mano, y lo que vi me sorprendió de tal forma que me fue imposible contener un pequeño gemido de terror. ¡Era una cucaracha!
-Ay, lo siento. Parece que la plaga se les está saliendo de control a los vecinos de junto. —replicó Angélica.
Sonrojado por mi estúpida reacción, ofrecí una disculpa y capturé al insecto poniéndole una copa de cristal encima.
Angélica revolvió mis cabellos y se sentó frente a mí.
-A veces la gente no tiene conciencia de lo que realmente importa en el mundo, miran la paja en el ojo ajeno sin reparar en la viga que traen en el suyo, observan a los insectos como seres repugnantes y la verdadera cuestión sería ¿Quién es más repugnante? ¿Un ser invertebrado y de nulo intelecto que sobrevive en la porquería, ó un ser que se dice inteligente y sobrevive en la misma porquería creada por ellos mismos?... No espero que me respondas, querido. Ni siquiera yo tengo una respuesta para ello, pero me convence mucho más, la idea de que los repugnantes no sean nadie más, que nosotros. Quizá ambos debemos ser exterminados...
Volví a sonreír, no encontraba palabras para refutar esas declaraciones, sólo observaba los ademanes de Angelica, y de soslayo a la cucaracha tantear con sus antenas las paredes de la copa.
-No seas tímido, anda probemos un poco de éste pastel, ¿quieres?
-Sí, por favor.
Tomé la espátula metálica y se lo pasé, al igual que los platos y una servilleta. Se dispuso a hacer el primer corte, del centro a un punto en el perímetro, la espátula centelleó a la luz de las velas y se sumergió en la negrura del pastel. Pude escuchar un agradable crujir que incremento mis deseos de probar un poco.
-¿se escucha rico, no?
La espátula salió del pastel y volvió a cortarlo del centro a otro punto de la circunferencia, nuevamente ese crujir y un espeso líquido oscuro salió debajo. No pude evitar pasar un dedo sobre el líquido para luego llevármelo a los labios, el sabor no tenía comparación en el mundo. Era realmente el más delicioso de los chocolates.
-¿te gusta? Prueba esto...
Tomó el pedazo de pastel con la espátula y lo sirvió en un plato, luego extrajo un pedazo de chocolate y me lo dio en la boca; tenía una consistencia firme por fuera, por dentro el sabor era fuerte, como el primer sorbo de vino.
-está bueno-dije por toda respuesta.
Sin embargo, de pronto me vino un mareo. Lo que observé escapaba a todo entendimiento racional; un movimiento inusual dentro del pastel me provocó una nausea terrible, parecía que los trozos de chocolates se retorcieran dentro, algunos resbalaban y caían sobre el plato. Y es que esos trozos no eran chocolates precisamente.
-¡vamos, querido! No pasa nada...-
Me revolví en el asiento, el terror y el asco me dominaban, pero el sabor, ese sabor tan único me obligaba a permanecer ahí, me inducía a probar un poco más, a sentir esa textura sólida en el paladar, ese crujir tan delirante.
-La gente a veces no logra entenderlo- dijo, mientras se llevaba un poco a la boca.- Estos insectos son un verdadero alimento.-
Un sudor frío recorrió mi espalda, me llené una copa de vino y la bebí desmesuradamente. La razón me decía que debía salir corriéndo de ahí, pero mis deseos eran superiores...
Angélica fijó su mirada en mí al tiempo que me extendía un trozo del viscoso pastel, una cucaracha cayó del plato y se refugió bajo el mantel de la mesa.
-pruébalo, te va a gustar—dijo.
Y aunque aterrado por mi propia desición, me dispuse a disfrutar de la velada...