En el silencio de su recámara la joven bruja murmuraba rodeada de velas y los vestigios de un conjuro mágico, los aromas varios subían en espiral mezclandose, provocando lo que ella denominaba como un "olor a muertos"; esa fragancia tan característica del incienso y las flores.
Una voz perturbó la atmósfera solemne.
-el agua estancada se pudre, se enfría, se vuelve hielo y nos congela...
-¿así se siente?- preguntó la bruja, temerosa de escuchar la respuesta.
-Sí, así se siente. Es un caminar constante por un desierto sin luna. Es como andar bajo el oceano con los pies encadenados. No puedes imaginarte lo horrible que es esto.- dijo la voz con el llanto hiriéndole las palabras.
-Eso es terrible, quisiera ayudarte. Amor mío... Y no dejarte sólo como aquella vez.
-Ya has hecho suficiente, cariño. Esto es lo que merezco... El peso de nuestra conciencia es un ancla en el mundo de los muertos. Por el amor que nos tenemos, no intentes seguirme. Ya ves, ésta no era la solución.
-el agua estancada se pudre, se enfría, se vuelve hielo y nos congela...
-¿así se siente?- preguntó la bruja, temerosa de escuchar la respuesta.
-Sí, así se siente. Es un caminar constante por un desierto sin luna. Es como andar bajo el oceano con los pies encadenados. No puedes imaginarte lo horrible que es esto.- dijo la voz con el llanto hiriéndole las palabras.
-Eso es terrible, quisiera ayudarte. Amor mío... Y no dejarte sólo como aquella vez.
-Ya has hecho suficiente, cariño. Esto es lo que merezco... El peso de nuestra conciencia es un ancla en el mundo de los muertos. Por el amor que nos tenemos, no intentes seguirme. Ya ves, ésta no era la solución.
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