Una gota cae sobre el parabrisas, deja un rastro transparente y se une a un pequeño riachuelo que a su vez gotea en el suelo. De inmediato imagino tus ojos que nunca vi derramar lágrimas, y vienen de nuevo las convulsiones, la vista borrosa y esas ganas de llorar despacito toda la tarde. Soy así, un idiota que no llora, que tiene el alma cargada de impurezas, blasfemias y groserias. Que deambula en un palacio de pensamientos no queriendo tocar nada por temor a romperlo o cambiar los recuerdos de lugar. Y asi trancurren los minutos, ahora en la sala escuchando tu voz, luego en la recámara imaginando tu ternura, más tarde en el funesto jardín viendote decir adios... Sin tan sólo me dejaras tomarte de la mano y no pensaras mal, quizá, y sólo quizá, podríamos ver ambos, cómo es que se siente llegar a Estambúl una tarde lluviosa en el Expreso de Oriente... Ahí nadie sabría del monstruo que te ha secuestrado por un ratito.
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