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Exhumacion-es.

"Exhumaciones" es un recorrido por la literatura light del nuevo siglo, un juego de palabras a veces corto a veces no tanto. Que intenta reflejar emociones, obsesiones y locuras "temporales".
"Exhumaciones" Es un viaje desde el centro de la Tierra hasta lo más recóndito de mi universo personal.

15 oct 2009

La vida en negro.

Esta es la tercera vez que miro el reloj en los últimos cinco minutos, nunca he sido una persona paciente, los nervios me carcomen como polillas dentro de mi cerebro, ella está próxima a llamar, ella es hermosa. La conocí hace apenas unas horas, allá en un café de muy mala reputación, donde te sirven en tazas que huelen a detergente barato y te regalan galletas que más que consistencia, lo que les hace falta es que las tiren a la basura. Aquel no fue una visita de placer, no iría a ese lugar si no tuviera otra cosa más interesante que hacer, pero los negocios sucios de mis socios me han arrastrado a las cantinas, restaurantes y cafés más deplorables de la ciudad, sin embargo, no me encontré con ningún socio; estuve a punto de ser nuevamente víctima de un maldito fraude, pero este instinto que vive dentro de mí me hizo pensarlo dos veces antes de invertir mi dinero. Le metí dos balas en las cuencas de los ojos a ese bastardo, ahora debe andar flotando en algún apestoso canal de está ciudad, hermosa ciudad.
Era justo en ese momento que creí que sería un día como cualquier otro, pero entonces la vi, caminaba por la acera, justo afuera del café, ella iba bien vestida, de manera exageradamente formal. Me encantó la forma en que se contoneaba y en cuanto se sintió observada me lanzó un guiño que comprendí como un signo de coquetería. Me levanté de mi silla y salí para darle alcance en un intento estúpido por saber quien era. Se detuvo, me miró de nueva cuenta y me preguntó por mi nombre, le respondí. Minutos después se despidió de mí e hizo un pacto conmigo, un trato que por un momento creí que sería un interesante juego, me propuso ser su amante por el resto del día y dictó tres cláusulas; la primera: será una tarde completamente romántica, la segunda: Todo terminará al final del día y la tercera: Alguno de los dos tendrá que morir. Cuando se hubo ido pensé—esto es absurdo—pero algo me decía que eso no era una jugarreta más del destino. Se despidió con un “te llamo en la tarde…”
Suena el teléfono, son ya casi las siete de la tarde, es ella. Cuelgo, me ha dictado su dirección y el número de su apartamento, estoy de suerte, no queda tan lejos.
Subo al mustang y enciendo su ronroneante motor, la música clásica suena con claridad y potencia, imaginó una cinta del hermoso cine negro de los años cincuenta rodando en mi mente; ahí van los gangsters tras el dinero del rescate, los primeros secuestros en la ciudad son la novedad y el terrorismo puro, las balas surcan cada recoveco en los edificios, las sirenas de las patrullas aúllan sabiendo que jamás podrán ganarle la batalla a la impunidad. Comienza a llover, las gotas mojan el parabrisas del automóvil, lo siento estremecerse. A la vuelta de la esquina está el edificio, en verdad es elegante. Me estaciono muy cerca de la entrada, le marco a su número y contesta enseguida. Me hace esperar por casi veinte minutos, pero en la recepción del edificio, me sorprende con un par de entradas para un musical; “El Fantasma de la Ópera”. Supongo será entretenido, pienso que sus cláusulas ahora apestan.
Me toma del brazo y le invitó a subir al automóvil, su vestido violáceo se le ve estupendo, contrasta de manera sublime con el escarlata de mi auto y eso me hace suspirar. Dentro, el ruido exterior se elimina casi por completo, una atmósfera de intimidad y expectación comienza a nublarme la vista. En el radio suena “la habanera” interpretada magistralmente tal vez por alguna gorda horrenda. Pongo en marcha nuevamente el automóvil y enfilamos hacía el teatro, ya vamos retrasados y ella no se quiere perder la obertura. Son ya casi las ocho de la noche, ella me platica su vida, se acerca demasiado a mí mientras juega con los mechones de mi cabello, me da un beso en la mejilla y pienso que su vida es un desperdicio, no tiene futuro alguno. Su vida es patética, pero ella es hermosa.
Ella revisa la guantera del auto y encuentra una pistola de muy bajo calibre, un arma que permiten las autoridades por que dicen ellos que es casi inofensiva. La toma en sus manos y la apunta a mi cabeza, solo tiene una bala. Le ordenó que la deje en su lugar y obedece. Hemos llegado al teatro, la gente se arremolina a las entradas; son como simios, comen porquerías y entran eructando a buscar su lugar asignado. Bajamos del auto y un tipo con la cara llena de asquerosas erupciones, nos guía con una hipócrita amabilidad hasta nuestros lugares, justo detrás de la orquesta, en el ala derecha, al lado de un par de acaramelados enamorados. La función comienza un par de minutos después, en el escenario la subasta nos presenta a un hombre detrás de un atril que grita el número de lote 666; el candelabro que recuerda a todos que el espectro de aquel fatídico amor, aun está presente. Por lo menos suena divertido… Los acordes ascendentes y descendentes de la orquesta retumban en mis oídos, el telón de fondo se levanta y en ella aparece la doncella, cantando tan fuerte que parece que se le zafará la quijada. Después de todo no es buena actriz y la mujer que me acompaña lo sabe, en su opinión, no es más que una grulla graznando, no merece estar ahí. La orquesta seguía tocando ¿Quién iba a pensar que la única bala de la pistola de bajo calibre iba a terminar incrustada en la cabeza de aquella pésima actriz? Eso si que fue una grata sorpresa, disparó tan rápido y con tal precisión, que todo mundo se quedo mirando perplejo al no comprender lo que sucedía— ¡Oh, eso se vio demasiado real!—exclama una mujer en un palco, otro hombre grita— ¡está muerta!—y el teatro entero se vuelca en una estampida provocada por el pánico. Afuera, la seguridad pretende hacer su trabajo no dejando ir a nadie. Ella me dice un secreto al oído: La venganza sabe mejor a tu lado.
Me acercó a ella y beso sus labios. Ella me devuelve el arma que ha sustraído con tal sutileza y le digo que debemos empeorar un poco más las cosas; le pido que espere dentro del auto y así lo hace. Toda la seguridad se concentra en el escenario ensangrentado, solo un par de rozagantes policías custodian la caja de seguridad del teatro, esto será demasiado fácil. Con la majestuosa sutilidad de un raptor que acecha a su presa, me abalanzo en contra de uno de los policías que nada puede hacer ya para defenderse, le he arrancado con unas pinzas gran parte de la nariz, el otro corre en su ayuda desenfundando su arma, pero es lento y los nervios lo traicionan, me apunta y ha olvidado quitar el seguro al arma, ¡imbécil! Será fácil dejarlo inconsciente, la caja de seguridad no es más que un juego de niños, se abre con facilidad, el número de combinación está escrito en un pedazo de papel junto a la maceta, es cuestión de aprender las mañas y los códigos secretos del hampa. A esto se le dice “ir siempre un paso adelante”, alguien ya tenía planes para este robo en algún lugar de esta gran ciudad...
Regresé al automóvil, ella no dejaba de mirar con detenimiento lo que sucedía en las afueras del teatro, de haberlo sabido, hubiese aparcado afuera, sería más fácil escapar. Encendí el auto y avanzamos lentamente hacía la salida, el encargado del estacionamiento llegaba para impedirnos la salida, cuando sucedió un acontecimiento en verdad absurdo; atrás se escucharon disparos y la muchedumbre se esparció por todos lados, unos huyendo como hormigas y otros más tirándose al suelo como ovejas. Un tipo se había puesto tan nervioso por lo ocurrido, que no dudo en dispararle a otro que parecía sospechoso. Escapamos en medio de toda esa confusión.
La velocidad se podía sentir en nuestros corazones, ella me explicó el por que de su venganza, de sus aspiraciones a ser la protagonista de la obra y de lo interesante que encontraba que las situaciones hubieran embonado a la perfección, como si aquello hubiese estado predeterminado. Eso me pareció demasiado sospechoso, llegué a creer que ella era parte de un boicot preparado por algún enemigo encubierto, pero su hermosura y sus ojos llenos de aquel éxtasis que sobreviene al asesinato, me dijeron lo contrario.
Ella me mira y yo a ella, me pide que aparquemos en un motel de aspecto macabro, justo como los que aparecen en aquellas malas películas de terror; con su letrero de neón y su entrada feamente adornada con hiedras y piedra volcánica, una fuente chapotea en una pequeña glorieta y de pronto siento que este es un pésimo lugar para morir…, pero accedo a sus caprichos.
Al entrar a la habitación, la luz fría de la luna, nos da la bienvenida y un par de copas de whisky del buen Johnnie Walker etiqueta azul moderan y relajan el ambiente. Ella es hermosa y miro su tierna desnudez detrás de aquel vestido violáceo, veo en su mirada la incertidumbre, algo que la gente ha dado en denominar como “miedo”. Un miedo que comienza a explotar, me abraza y yo a ella, la beso y de un momento a otro, siento el frío metal de una daga que sube por mi abdomen, tan lentamente y puedo sentir el correr de la sangre, caliente y burbujeante. No hay dolor, no hay sufrimiento, ella es mejor que yo (su astucia y su profesionalismo, me dicen que ella no es lo que aparenta) es más inteligente que yo, ha podido embaucarme como ninguna otra persona ha podido. Sospecho que saldrá corriendo con todo el dinero y el mustang escarlata, engatusará a cualquier otro idiota, creo que esto es el final, pero muchas veces el final no siempre es feliz y por supuesto, nunca acaba como muchos de nosotros deseamos.
Se aleja, todo se nubla y en ella veo el desconcierto, me lo había advertido, alguien tendría que morir, pero… ¿Por qué no he muerto? Algo no salió de a cuerdo al plan, algo falló. Ella sigue aquí, yo también; se quitarle el seguro a las armas, eso es cosa fácil, se cuando he perdido, pero aun puedo sentir la calidez de la sangre, no he muerto, solo es un trance... Ella gime y solloza frente a mi, dentro de todo el tumulto de palabrería que de sus labios emana, alcanzo a descifrar una frase: “no lo merecía, el no era malo”, creo que se equivoca, creo que tenía una muy mala referencia de quien soy yo. Eso le costará la vida. De entre las tinieblas alcanzo a percibir su silueta, ella está sorprendida, creyó haberme desarmado, pero jamás se imaginó que un hombre precavido puede llegar a tener una intuición por demás escalofriante. Las balas incendian el húmedo aire de la habitación, y encuentran alojamiento en su pecho, sus lindos pechos que se estremecen tanto o igual que yo mismo, ella suspira, ella muere más rápido que yo.
Me levanto con mucha dificultad, aun puedo tenerme en pie con la misma fortaleza de un monstruo, como siempre me lo han dicho. Detrás de la ventana opaca, el volar de una parvada de cuervos, surcando el cielo justo debajo de la luna, me recuerda un pasaje de la literatura latinoamericana; “cuando el revuelo de un ave sobre nuestras cabezas dio un graznido siniestro y conocido para mi; la vi volar hacía la cruz de hierro y posada ya en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su espantoso canto”.
En el horizonte la noche se hacía aun más negra. Las doce campanadas en el reloj de pared me anunciaban el final del día. Por fin se habían cumplido las condiciones de su amor, ella en verdad luce hermosa, sus ojos se han cerrado para siempre. En el estacionamiento el auto espera... Por el fugaz amor que le tuve y le tendré, no cometeré necrofilia y mucho menos destazaré su cuerpo como lo he hecho con aquellas otras mujerzuelas, por el contrario, regresaré a casa y le enviaré un ramo de rosas negras a su familia; su esposo y sus dos pequeños hijos.

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