Su cuerpo quedó tendido sobre las piernas de su mejor amiga, la que se le parecía en tamaño, en rozagancia, en ternura, en elegancia; en todo. A su lado, el frasco de píldoras para dormir, vacía.
Qué paradoja tan escalofriante presenciaron sus padres cuando al abrir la puerta de la recámara encontraron a su muñeca de apenas doce años, al cuidado casi celestial de aquella otra muñeca de porcelana que fríamente miraba el rostro de su amiga, su dueña, su suicida compañera de juegos.
Qué paradoja tan escalofriante presenciaron sus padres cuando al abrir la puerta de la recámara encontraron a su muñeca de apenas doce años, al cuidado casi celestial de aquella otra muñeca de porcelana que fríamente miraba el rostro de su amiga, su dueña, su suicida compañera de juegos.
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