Ella no quiso saber más y corrió tanto como sus piernas se lo permitieron hasta desaparecer trás unos contenedores de basura. Desconcertado, el hombre se paró bajo el halo de luz de una lámpara intermitente, se preguntaba donde se habría metido, tenía que estár en algún lugar puesto que no había otra salida, vociferó, gritó y se desgarró la garganta llamándola pero nadie contestó. Esperó un momento, ella no pudo contener más la respiración y al exhalar escapo de ella un suave gemido que rompió el silencio. El hombre, extasiado y rabioso se acercó con paso firme hacía un hueco que formaban los contenedores, ella permanecía petríficada con las manos sobre el rostro.
-Querida, sólo quiero hablar contigo...- repetía mecánicamente el hombre, pero ella no respondió. Ni siquiera se movía, es más nisiquiera respiraba. El hombre le tomó de los brazos, estaban fríos pero cedieron con suavidad cuando las apartó de su rostro, era un rostro inconfundible... Blanco y con grandes y oscuras cuencas en el área de los ojos, sonriente, irónica, fría y terriblemente hermosa. Tras observar esto el hombre cayó de espaldas con los ojos más abiertos que nunca, quiso arrastrarse y escapar pero su cuerpo ya no quiso hacer caso.
-¿De qué quieres hablar, cariño?- dijo la Muerte.